sábado, 7 de enero de 2012

Los mercados libres globales y la desaparición de la socialdemocracia.

John Gray es un filósofo político británico, profesor de Pensamiento Económico en la London School of Economics. Mantiene una posición política conservadora, con una visión pesimista de la relación globalización/democracia, desde el punto de vista de la derecha.


El experimento sueco de los 90
John Gray, 1999


El largo experimento sueco de pleno empleo, que a principios de los años noventa ya estaba en serias dificultades, debió concluirse debido al poder del mercado de valores globales. William Greider (William Greider, One World, Ready or Not: The Manic Logic of global Capitalism, Nueva York, Simon & Schuster, 1996, pág. 281) ha descrito este caso paradigmático de los mercados globales en acción:

“Suecia sintió el embate del mercado en el verano de 1994, cuando los principales compradores internacionales de sus acciones fueron a la huelga, anunciando que dejarían de comprar. Las tasas de interés a largo plazo alcanzaron vertiginosamente las dos cifras, y ese mismo año subieron cuatro puntos, con lo que el precio del dinero pasó a ser el más alto jamás requerido por ninguna nación industrial avanzada, excepto Italia. Aunque Suecia había elegido un gobierno conservador que estaba decidido a reducir su celebrado Estado del Bienestar, el déficit anual estaba por encima del 10% del PNB y la deuda acumulada del gobierno había crecido de manera explosiva, de un 44% del PNB en 1990 al 95% en 1995. Para mitigar el boicot de los tenedores de obligaciones, el banco central de Suecia se vio obligado a endurecer aún más la concesión de créditos y el primer ministro anunció rápidamente los planes gubernamentales de reducir el gasto todavía más. Sin embargo, la economía de Suecia –que en una época había sido un modelo de socialdemocracia próspera y estable- estaba y profundamente afectado, con un desempleo de alrededor del 16%. Las nuevas medidas no harían más que empeorar las cosas. En las siguientes elecciones, los votantes suecos hicieron volver a los socialistas al poder, aunque éstos habrían de enfrentarse al mismo dilema.”

Contrariamente a lo que afirman algunas interpretaciones convencionales, el núcleo del pleno empleo sueco no estaba en las activas políticas de empleo ejercidas por los sucesivos gobiernos socialdemócratas, sino en la voluntad de estos gobiernos de usar al Estado como el empleador de último recurso. Eso fue vetado por los mercados de valores. La lección de otros gobiernos comprometidos con el objetivo de evitar el desempleo masivo para mantener la cohesión social es que no podrán hacerlo aplicando políticas que los mercados de valores consideren imprudentes desde el punto de vista fiscal.

Las consecuencias de competir con países en los que se ha impuesto un régimen de desregulación, de impuestos bajos y de reducción del Estado del bienestar son las de una armonización forzosa a la baja de las políticas en los Estados que mantienen economías sociales de mercado. Las políticas que llevan a la desregulación del mercado de trabajo y al recorte de la asistencia pública se adoptan como estrategias defensivas en respuesta a políticas aplicadas en otros países. La competición impositiva entre Estados avanzados lleva a agotar las finanzas públicas y hace que el Estado del bienestar resulte económicamente inviable. Los gobiernos se ven obligados a volver a una situación pre-keynesiana, en la que tenían pocos instrumentos efectivos de gestión macroeconómica. Están condenados a esperar bajadas cíclicas en la actividad económica, cualesquiera que sean sus costes sociales y económicos. Al penalizar a los gobiernos que intentan estimular la actividad económica pidiendo prestado o realizando obras públicas, los mercados los obligan a volver a un mundo pre-keynesiano en el que los gobiernos respondían a las recesiones con el desastroso recurso deflacionario de reducir los gastos.

Los mercados globales de capital hacen algo más. Vuelven inviable la socialdemocracia. Por socialdemocracia entiendo la combinación de pleno empleo financiado con el déficit, un Estado de bienestar amplio y unas políticas impositivas igualitarias como las que existieron en Gran Bretaña hasta finales de la década de los setenta o como las que sobrevivieron en Suecia hasta principio de la de los noventa.

 Imaginar que las economías sociales de mercado del pasado puedan renovarse y mantenerse intactas bajo las presiones hacia la armonización a la baja que sufren es la más peligrosa de las muchas ilusiones asociadas al mercado global. En realidad, los sistemas sociales de mercado están siendo progresivamente llevados a su autodesmantelamiento, de manera que pueden competir en términos más o menos igualitarios con economías en las que los costes medioambientales, sociales y laborales sean más bajos. La cuestión a la que se enfrentan las economías sociales de mercado no es la de si pueden sobrevivir con sus instituciones y políticas actuales: no pueden. La cuestión es si los ajustes que se necesitan se harán a través de una nueva ola de reformas neoliberales o mediante políticas que dirijan los mercados hacia la satisfacción de las necesidades humanas.

Extraído de:
Falso Amanecer. Los engaños del capitalismo global.
John Gray
Editorial Paidós, 2000. (Edición original: 1999)

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