jueves, 12 de abril de 2012

El peor de los casos ya ha llegado



Textos extraídos de We are the 99% (Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, 2011/12, nº 116)
"A finales de septiembre, UBS, el mayor banco suizo, publicaba un informe de 21 páginas en el que advertía de que la recesión iba a dejar paso a una depresión e insinuaba la necesidad de gobiernos bien "musculados", menos democráticos y más "autoritarios", para enderezar la situación, so pena de conducir a la UE a una "balcanización" y una "guerra civil". Los previsibles desórdenes sociales que la crisis económica iban a generar podrían exigir cambios de gobierno, incluso gobiernos dictatoriales o "militares" capaces de contener y reprimir el malestar. El informe del banco suizo se podría interpretar sin duda como un chantaje encaminado a forzar los rescates bancarios, sin los cuales -se nos dice- sólo cabría esperar un futuro de inestabilidad, agitaciones y autocracias que pondrían fin al "sueño europeo", pero reflejaba también, de manera desnuda, esta creciente intolerancia de los así llamados mercados frente a las instituciones democráticas.
Es Goldman Sachs quien decide el margen de libertad, la calidad de vida, la longevidad y la dignidad de los seres humanos. El capitalismo, aparte de un conjunto de relaciones económicas impersonales, implica también un aparato de gestión, al que son necesarios por igual, según lugares y circunstancias, los más sanguinarios pistoleros y los más refinados filósofos. Lo que caracteriza a ese aparato de gestión es precisamente su falta de escrúpulos: durante los últimos sesenta años ha utilizado alternativa o simultáneamente el colonialismo, el fascismo, las dictaduras, las dictablandas, el Estado del bienestar, las instituciones democráticas, las instituciones financieras y los acuerdos comerciales e incluso el fundamentalismo religioso. Este aparato de gestión es muy versátil y no prefiere el fascismo. Pero tiene en cualquier caso dos límites impuestos por la propia estructura económica que trata de gestionar. El primero señala que ni siquiera en periodos de crecimiento el capitalismo puede generalizar la democracia como procedimiento de gestión. El segundo revela que en el peor de los casos, en periodos de crisis o de recesión, la democracia es el único procedimiento de gestión verdaderamente incompatible con el capitalismo. Todo parece indicar que políticos y agentes económicos (el embudo del 1% que se traga la riqueza) han asumido ya que el peor de los casos ha llegado y que la reproducción de los mecanismos de acumulación capitalista es incompatible en todas partes, también en Europa, con el Estado del Bienestar y con el Estado de Derecho. Como decía Marx hace 150 años, a veces son "las bayonetas las que tienen que encarrilar la ley natural de la oferta y la demanda".
Durante años, ha llamado la atención la descentralización y evaporación del poder. No había ni una Bastilla, ni un Palacio de Invierno. Y, sin embargo, el modelo inaugurado en la Qasba de Túnez y en la plaza de Tahrir de El Cairo se extendió por todo el mundo. Las acampadas tienen menos que ver con el hecho de apuntar con el dedo un edificio o un ministerio, que con la necesidad de afirmar el propio poder de permanencia en el espacio público. El poder capitalista no tiene un centro, pero ocupa los espacios y por eso mismo la presencia física de los cuerpos yuxtapuestos en un recinto común es ya un ejercicio vivo de democracia. Mantenerse en el espacio es una respuesta vigorosísima, subversiva, a esa descentralización del poder."

Santiago Alba Rico, La crisis capitalista y el deseo de democracia. Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Social (nº 116).

"Cuando se llega a una crisis de la envergadura de la presente, lejos de funcionar como Estado del bienestar, pasa a hacerlo como instrumento de legitimación de las desigualdades, al socializar las pérdidas económico-financieras repercutiéndolas sobre quienes no las han generado. Estamos viendo cómo el discurso neoliberal trata de convertir derechos básicos en privilegios (por ejemplo, tener un contrato fijo) que defienden quienes lo tienen -como expresión del egoísmo del individuo-, contra los que tienen que levantarse quienes no gozan de ellos, Una interpretación en abierta confrontación con la lógica que persigue la extensión y universalidad de los derechos.
En este momento el Estado, lejos de funcionar como Estado del bienestar pasa a hacerlo, más que nunca, como legitimador de las desigualdades. En paralelo a su connivencia con la violencia que introducen los mercados y las agresivas repercusiones económicas y sociales del neoliberalismo, todo parece indicar que también se va a reforzar su función coercitiva. Y frente a la idea integradora asociada al Estado del bien-estar, el mal-estar social se va a extender también por la represión de libertades individuales y colectivas. A los Tratados Internacionales y normativas ya existentes habrá que sumar un mayor control policial dentro del propio territorio, y el reforzamiento de las vías penales para el control y la resolución de conflictos derivados de la exclusión  e injusticia social."
Justa Montero Corominas, Crisis del sistema democrático. Hacia una redefinición de nuestra vida en común. Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Social (nº 116).

No hay comentarios:

Publicar un comentario